La conversión fue otro de los frecuentes
mensajes de la Virgen. Esto presupone que advirtió tanto un debilitamiento
cuanto una ausencia de fe en la humanidad en el día de hoy. Y sin la conversión
es imposible conseguir la paz. Toda verdadera conversión comporta la
purificación o limpieza del corazón (Jeremías 4,14), ya que un corazón corrupto
o deteriorado es la base de unas relaciones deficientes, que a su vez conducen
a un desorden social, leyes injustas, constituciones infames, etc. Sin un
cambio radical del corazón, sin la conversión del corazón, no hay paz. Por
ello, la Virgen sugiere continuamente la confesión frecuente. Esta petición es
para todos, sin diferencia, pues "no hay ni siquiera un justo" ...
"todos andan extraviados, todos están pervertidos"(Romanos 3,10.12).
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